Empezamos escuchando las campanas de Taizé que nos llaman a la oración. Como en aquella colina, cada uno hemos venido desde nuestras realidades distintas, dejando tareas diversas, para sentarnos un rato juntos y encontrarnos con el Dios de Jesús.
Hoy, un poco prematuramente y con olor a carnaval, nos situamos al inicio de la cuaresma en el desierto. Supongo que muchos de los que hemos estado allí esta tarde llevamos unas cuantas cuaresmas encima y es difícil la novedad.
Nos situamos en el libro del Exodo, que narra la historia de un pueblo que sale de la esclavitud y camina hacia la tierra prometida por su Dios. Y entre medio el desierto.
Dolores Aleixandre nos ayuda a mirarnos para dentro con un texto precioso de su libro Esta historia es mi historia.
Y es en realidad nuestra historia porque somos nosotros los que también cruzamos desiertos en nuestro camino. Es cada uno de nosotros el que es tocado por la muerte de seres queridos, o por el dolor físico diario, o por el paro laboral, o por la soledad, o por la decepción de los amigos, o por el miedo al futuro. Y es en esos momentos cuando te preguntas: ¿ Dónde estás Dios mío?
En el desierto es difícil a veces encontrar a Dios en nuestra historia, porque cuando el sol aprieta...
No hablo de acordarse de él para pedir, que eso suele ser lo habitual. Sino de sentir que el Padre está conmigo, aun en silencio.
Y sin embargo oímos hoy una voz que nos susurra: yo estoy contigo, eres precioso a mis ojos; tu nombre está grabado en la palma de mi mano...Y a Jesús susurrando en el otro oído: yo soy el pan de vida que ha bajado del cielo; el que viene a mí no tendrá nunca hambre; no temais; yo estaré con vosotros hasta el fin de los tiempos,...
¿Dejaremos que el agua de Jesús nos apague la sed?
2 comentarios:
Esto es una prueba a ver si funciona.
Otra prueba
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