SOMOS



Cristianos.
Sólo eso.
Llamados por el Maestro a seguirle.
Desde distintas comunidades cristianas.
Son Iglesias hermanas.
Separadas por lo accesorio.
Y unidas en el centro, como radios de rueda confluyentes.
Unidas en Jesús, el Cristo.
Con la voluntad y la necesidad de encontrarnos en El.
Porque creemos que la gloria del Padre es que sus hijos estén unidos.
Sabemos que sólo El tiene el poder de juntarnos olvidando lo que nos separa.
En Taizé ha sido posible. Aquí, ¿por qué no?

Quienes se apunten a este camino,
quienes queráis regar esta semilla
...pasad y sentaos.




lunes, 10 de junio de 2019

Pentecostés

Cada mañana despertamos o cada noche nos acostamos con noticias de un mundo del que a veces nos quisiéramos bajar. Noticias tristes, inhumanas, crueles, dolorosas...

Algunos han optado por no ver los telediarios ni leer la prensa aduciendo que no merece la pena si no podemos solucionar nada y que sólo sirve para amargarnos unos minutos. Y digo unos minutos porque, al ritmo que vivimos, es lo que habitualmente nos duran las noticias tristes. Desaparecen rápidamente de las portadas y de nuestras retinas para caer en el olvido.
Algunos también han optado, aconsejados a veces por sus psicólogos, por alejarse de la gente con problemas. Lo veo así con dolor en algunos amigos e incluso hermanos, que han elegido esta opción.
Que no me cuenten penas, que no me agobien, nada de gente que pueda ser tóxica para mi estabilidad emocional. Que nada me estropee mi felicidad.
Ya ni escuchamos al otro, porque lo mío siempre es más importante que lo de los demás.

Pero no estoy de acuerdo, ni como ser humano ni como cristiano.
Porque no imagino la historia sin personas que hayan escuchado, acompañado, soportado el sufrimiento de otros, por solidaridad, por compasión, por amor.
Personas que, a pesar de sus situaciones y problemas personales, han compartido los miedos, la desesperanza y el dolor de aquellos que sufrían a su lado. Personas que han cargado con el peso de otras cruces y han devuelto vida a corazones cansados.

¡Qué sociedad vamos a tener si cada cual vive para sí, sin importarle los problemas del de al lado!
¿Vamos a pasar de largo dejando tirado en las cunetas a aquel que ha sido herido por la vida?

Amaia nos hablaba hace un mes en la oración del amor de Jesús que derramaba a su paso, rostro del amor del Padre. Y hoy celebramos Pentecostés.
Celebramos que, en ese mundo que se nos agrieta, en el que el hombre es lobo para el hombre, y las malas noticias rebosan en los periódicos,...un mundo distinto, un mundo de luz y esperanza se abre paso. Celebramos que el mismo aliento de Dios ha modelado nuestras vidas y que, a pesar de las piedras del camino, a pesar del dolor y de las noches oscuras, una ráfaga de viento divina nos empuja hoy hacia delante con confianza. Celebramos que no estamos solos, que podemos abrir puertas y ventanas y vencer el miedo porque la ruah nos acompaña para caminar fiados del amor de Dios.

Pero descubrir este espíritu de Dios que nos da su aliento, nos lleva siempre a los otros, para ser nosotros también aliento para los desesperanzados, para tratar de ser una expresión creíble de la bondad y la misericordia de aita/ama Dios.
Pentecostés es también contagiar mi luz a los que viven a oscuras, a los que se han rendido, a los que necesitan un abrazo y una mano amiga que les devuelva otra vez al camino.