El viernes cuando llegué había silencio y el sonido de los cantos llenaba la capilla. Me acordaba de las oraciones de Taizé y la música que en aquella colina francesa me acercaba al amor de Dios. Desenfundé mi guitarra tratando de no hacer ruido y me dispuse a ofrecer mis manos para ayudar a la oración.
Nos la preparó Amaia y estaba centrada en el Reino, con un evangelio que incluía dos parábolas. Una de ellas consiguió restañar esa tarde algunas de mis heridas. La que podríamos llamar: "El labrador paciente".
El labrador "siembra" la semilla y , al final, "mete la hoz" cuando llega el momento de
Retomo el tema enseguida pero dejadme que antes os cuente que al día siguiente estuve en un encuentro ecuménico entre las iglesias católica de Covadonga y evangélica de Santutxu. Va para el cuarto año ya celebrando encuentros fraternales que unen en Jesús a estas dos comunidades. Es un camino ya que se va consolidando y que es ya irreversible. Tuve el honor de participar en la preparación de las reuniones en sus comienzos como "asesor ecuménico" (según me llamaban de forma graciosa) y hoy cada vez que participo en los encuentros me siento feliz de que esa experiencia ecuménica sea hoy realidad en Bilbao.
Pero sobre todo he trabajado en el grupo de Taizé por el ecumenismo, he tratado de animar en su camino y he soñado muchas noches con que se viviese entre nosotros. Hoy en este grupo el espíritu ecuménico es una realidad, pero el camino a recorrer es siempre largo. Necesitamos convencer a más comunidades de que no es una utopía, sino que ya es posible cada mes que cristianos de distintas confesiones nos sentemos a rezar juntos al Padre porque es Jesús el que nos une. A veces este deseo de avanzar con mayor rapidez no se corresponde con la realidad, cuyo ritmo más lento nos frustra.
Quisieramos hacer realidad tantas cosas....!
Quisieramos conseguir que nuestros hijos nos hicieran más caso y que siguieran nuestros consejos. Quisiéramos que el esfuerzo en nuestra ayuda a los otros fuese efectivo. Que nuestras comunidades funcionasen sin interrupciones y sin desacuerdos. Que la Iglesia jerárquica cambiase y que la unidad en la diversidad fuese lo cotidiano. Que los proyectos por los que tanto hemos trabajado no fracasen por los imponderables...
Y todo esto nos preocupa y nos roba el sueño por la noche.
Sin embargo, hoy la palabra que escuchamos nos libera de la tentación de controlar. El labrador siembra con sudor la semilla, pero sabe que después no está en su mano el que germine.
Los cristianos seguimos teniendo como asignatura pendiente el saber cuándo toca trabajar por el Reino y cuándo toca sólo esperar; cuándo se requiere intervenir, y cuándo lo único que podemos hacer es irnos a dormir; cuándo toca analizar las causas y cuándo admitir que somos incapaces o reconocer que no lo sabemos todo y que hay muchos porqués y cómos que se nos escapan.
Aprobar esa asignatura es conseguir el que, después de hacer buenamente lo que esté en nuestras manos, descansemos sabiendo que el proceso que Dios mismo ha puesto en marcha, hará que la semilla continúe creciendo mientras dormimos.
Así queremos ser, labradores pacientes que se acuestan por las noches con el corazón agradecido y tranquilo, confiados en que han sembrado su semilla en buena tierra y que otras manos la harán brotar mientras ellos descansan: las manos de Aita Dios que sostienen nuestras vidas.
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