Me pregunto qué necesita una persona para ponerse en pie y seguir caminando, cómo restaurar lo que está roto por dentro, cómo recuperar la esperanza cuando todo es oscuro cada día, cómo volver a poner en el suelo las tablas de la fe, cómo poder confiar en un Dios que parece ausente y callado, cómo volver a empezar después de tantos comienzos y decepciones y caídas, cómo luchar cuando no quedan fuerzas...¿cómo?
Porque esto existe a nuestro lado,... cerca y lejos,.... en nuestra cuadrilla, en nuestro trabajo, en nuestra escalera, en nuestra iglesia.....personas que tienen pocas razones para vivir, que no salen de su situación dramática....que esperan un milagro....porque la realidad es obstinada y nada cambia día tras día. Personas encorvadas, como la mujer del evangelio, replegadas sobre sí mismas, acaso por haber sido tantas veces decepcionadas por los demás, o quizá por mirarse demasiado al ombligo, o quizá porque la mala suerte en la vida le ha ido negando cualquier luz en el horizonte.
Y el milagro radical no llega.....quizá porque no existe....porque no hay terapia para algunas enfermedades, no hay un premio de lotería para cada pobreza indigna, no hay puertas que te sacan de repente del desierto.
Quizá el único milagro consiste en que un samaritano (un simple hombre con mirada limpia que se deja tocar por el sufrimiento de otro) se detenga (pare su agenda, sus ocupaciones), baje de su caballo (de su mundo feliz sin mayores problemas), cure las heridas del caído al borde del camino (escuche, pierda su tiempo, abraze, aporte esperanza) y cargue consigo al necesitado (o sea se implique, se comprometa) para llevarle a donde se acabe de curar.
Nuestro Dios, al que muchos llaman omnipotente, es en realidad un Dios impotente. No tiene manos. Nosotros somos los brazos largos del Padre para intentar llevar al ciego, a la mujer encorvada, al paralítico......su Palabra y su amor en forma de escucha, de caricia, de compañía, de soplos de esperanza....a todos los que esperan buenas noticias porque no pueden ver ninguna luz en su noche.
Somos sólo nosotros los instrumentos del amor de Dios......si no pasamos de largo.
Nuestra recompensa será ver cómo la mujer encorvada va enderezándose, sus ojos comienzan de nuevo a ver el horizonte y vuelve a creer que hay un Dios dando vida a su cansado corazón.
1 comentario:
Qué bien lo has expresado, Rubén. Nos toca no pasar de largo y ejercer de "buenos samaritanos". Ese es el reto, a ver si lo conseguimos...
Publicar un comentario