SOMOS



Cristianos.
Sólo eso.
Llamados por el Maestro a seguirle.
Desde distintas comunidades cristianas.
Son Iglesias hermanas.
Separadas por lo accesorio.
Y unidas en el centro, como radios de rueda confluyentes.
Unidas en Jesús, el Cristo.
Con la voluntad y la necesidad de encontrarnos en El.
Porque creemos que la gloria del Padre es que sus hijos estén unidos.
Sabemos que sólo El tiene el poder de juntarnos olvidando lo que nos separa.
En Taizé ha sido posible. Aquí, ¿por qué no?

Quienes se apunten a este camino,
quienes queráis regar esta semilla
...pasad y sentaos.




domingo, 1 de julio de 2012

Un poco de tu Espíritu

Ultimo encuentro del año. Parecía que iban a sobrar fotocopias cuando era casi la hora, pero al final casi llenamos la capilla. Nuevas caras y en algún caso guiadas milagrosamente por Alguien hasta este santo lugar, porque se nos olvidó poner los carteles de localización. Conocimos a Helena, Begoña, Mari Carmen y Daniel, éste último de un grupo africano de pentecostales.
Nos preparaba la oración Flora que empezaba con un texto de esperanza en un amanecer inminente donde la Ruah ya fluye por debajo generando vida entre tanta oscuridad. Pusimos en común algunos gestos de vida que encontramos entre nosotros y que alimentan esta esperanza.

No dejo de pensar en alguien que ví en el metro el otro día...

Era una tarde de sábado y el vagón se había llenado con adolescentes llamando la atención y atados a sus bolsas de plástico con litronas. Entre ellos uno de unos 15 años con estilo punky: cresta discreta, teñido en rubio, cadena de perro, muñequera típica y pantalón escocés, que reclamaba el brick de Viña Arcada para darle un traguito de vez en cuando. Llamaba la atención porque el resto de sus compañeros iban vestidos normalmente y pensé que quizá era la necesidad de destacar a ciertas edades, y otras veces la de no sentirse rechazado, la que obliga a comportarse de cierta manera. También les ocurre a algunos adultos que todavía no han cubierto su dosis de protagonismo y "no progresan adecuadamente" en humildad y en escucha.
Pero, atraído por el jaleo de dicho grupo, me costó reparar en otra vida en una esquina del vagón: una joven inmigrante sola, con la mirada perdida, triste, como ausente a lo que allí sucedía,  ensimismada en sus miedos o en sus sueños. Algo me encogió el corazón con aquella mirada porque con ella me acordaba de otros ojos y otras vidas sin esperanza que he compartido.

Tengo en mi corazón nombres e historias de soledad, de angustia, de oscuridad, que acuden a nuestra acogida de Cáritas para poder paliar algo sus problemas. Muchas veces éstos son demasiado grandes para nosotros pero tratamos de poner un poquito de esperanza en sus noches. Pero sus historias amargas y sus relatos a veces desgarradores nos acompañan siempre.
Conozco la tristeza de aquellos ojos que vi en el metro porque me he asomado en otros ojos y otras vidas difíciles que dejan pequeños mis problemas y mis miedos.

Por eso sé que todos necesitamos ese soplo divino de aire fresco, ese Espíritu que va generando vida. Necesitamos hacer presente a Jesús en nuestro camino, para que cure nuestras heridas, para que nos restaure, para que nos diga: "levántate", «Talitá kum», "ve", "queda limpio"..; para que recordemos que la muerte no es la última palabra para el Dios de Jesús.

Y en ese camino prestar nuestros brazos a los del Padre para ser un instrumento de su ternura y de su amor.



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