Y esa tarde, Jesús también pronunció cada uno de nuestros nombres. Esa tarde, a la luz de aquellas velas, El nos susurró: Tú nombre está escrito en la palma de mi mano. Tú eres precioso a mis ojos.
Necesitamos que El pronuncie nuestro nombre, necesitamos oirlo de sus labios porque sentimos que, cuando lo hace, nos arde el corazón. Y su amor nos recorre por dentro como un río de vida que nos restaura, nos saca de la noche y nos devuelve la fuerza que habíamos perdido.
Necesitamos que El entre en nuestras vidas, como en la de la samaritana, la de Bartimeo, la de Zaqueo, la de María Magdalena...y El nos dé esa Luz y esa Vida que nos faltaba.
Pienso en nuestras iglesias cristianas, llenas de liturgias y ritos vacíos que no consiguen que lleguemos al encuentro con Jesús. Necesitamos renovar nuestras celebraciones fosilizadas, encorsetadas, y hacerlas participativas, y conseguir que en ellas nos podamos encontrar cada uno con el resucitado. Tenemos que cambiar de una vez el lenguaje arcaico de nuestras liturgias y actualizarlo con el tiempo que vivimos, para que sea de verdad vehículo vivo de expresión de experiencias vitales. Y debemos olvidarnos de seguir tanta norma y canon que aprisiona el Espíritu, porque lo de verdad importante es sentirle dentro cada domingo y salir con otro brillo en la mirada y con aire fresco que nos ayude a vivir como El vivió.
Algunos están preocupados porque se vacían las iglesias, y que apenas atraen a jóvenes. Pero sé que las iglesias sólo recuperarán cristianos si son lugar de encuentro con Jesús, si saben ofrecer un tesoro y una perla escondida, si crean espacios y momentos donde hagan palpitar con fuerza nuestro corazón con el Espíritu de Jesús.
Eso queremos vivir cada viernes en este espacio de encuentro ecuménico, donde la espontaneidad, la frescura y la sencillez es la norma, y donde lo importante es sentarnos todos los hermanos cristianos en torno al Maestro, aquél que nos llamó un día por nuestro nombre y cambió para siempre nuestras vidas.
Necesitamos que El entre en nuestras vidas, como en la de la samaritana, la de Bartimeo, la de Zaqueo, la de María Magdalena...y El nos dé esa Luz y esa Vida que nos faltaba.
Pienso en nuestras iglesias cristianas, llenas de liturgias y ritos vacíos que no consiguen que lleguemos al encuentro con Jesús. Necesitamos renovar nuestras celebraciones fosilizadas, encorsetadas, y hacerlas participativas, y conseguir que en ellas nos podamos encontrar cada uno con el resucitado. Tenemos que cambiar de una vez el lenguaje arcaico de nuestras liturgias y actualizarlo con el tiempo que vivimos, para que sea de verdad vehículo vivo de expresión de experiencias vitales. Y debemos olvidarnos de seguir tanta norma y canon que aprisiona el Espíritu, porque lo de verdad importante es sentirle dentro cada domingo y salir con otro brillo en la mirada y con aire fresco que nos ayude a vivir como El vivió.
Algunos están preocupados porque se vacían las iglesias, y que apenas atraen a jóvenes. Pero sé que las iglesias sólo recuperarán cristianos si son lugar de encuentro con Jesús, si saben ofrecer un tesoro y una perla escondida, si crean espacios y momentos donde hagan palpitar con fuerza nuestro corazón con el Espíritu de Jesús.
Eso queremos vivir cada viernes en este espacio de encuentro ecuménico, donde la espontaneidad, la frescura y la sencillez es la norma, y donde lo importante es sentarnos todos los hermanos cristianos en torno al Maestro, aquél que nos llamó un día por nuestro nombre y cambió para siempre nuestras vidas.
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