Fue una tarde de mesa y mantel, en la que no faltó el vino como en Canaan, pero que tampoco hubiera importado porque la alegría que se respiraba ya estaba en el corazón de los que se iban incorporando. Allí se respiraba la fiesta, se palpaba la fraternidad, pero no del mucho camino andado juntos sino del saberse hermanos en Jesús.
Allí estaba Jésús, quizá no le veíamos físicamente pero sabíamos que su Espíritu estaba entre nosotros, como en las comidas que él compartía, comidas que eran signo de lo que es central en su Reino.
Compartimos la cena y la vida y eso expresaba la fraternidad, suprimía barreras,y nos comprometía frente a una sociedad y a una iglesia dividida, en donde ya no hay católicos o protestantes, mujeres y hombres, libres y esclavos, pobres y ricos.
Y fuimos abriendo el corazón para compartir nuestra historia y nuestro presente, en una mesa en la que nos sentimos escuchados y queridos, como un regalo que aquella tarde nos hacía nuestro Dios.
Al final descubrimos que todos vamos caminando, por sendas propias, pero en el mismo camino, en Su camino, tras sus huellas. Algunos con las rodillas artrósicas de tanto subir y bajar, otros con principio de cataratas de tanto sol en el desierto, otros con sensación de vértigo porque hay saltos en la vida en los que nos tiemblan las piernas, otros intentando fijar la mirada sólo en El por encima de otros señores, otros a la búsqueda de hermanos con los que caminar....Vidas y sendas distintas detras del Maestro, pero unidos en El.
Y Jesús nos sigue diciendo: No os dejo solos, yo os daré hermanos para caminar, con los que compartir el pan y la Palabra...y la vida.
SOMOS
Cristianos.
Sólo eso.
Llamados por el Maestro a seguirle.
Desde distintas comunidades cristianas.
Son Iglesias hermanas.
Separadas por lo accesorio.
Y unidas en el centro, como radios de rueda confluyentes.
Unidas en Jesús, el Cristo.
Con la voluntad y la necesidad de encontrarnos en El.
Porque creemos que la gloria del Padre es que sus hijos estén unidos.
Sabemos que sólo El tiene el poder de juntarnos olvidando lo que nos separa.
En Taizé ha sido posible. Aquí, ¿por qué no?
Quienes se apunten a este camino,
quienes queráis regar esta semilla
...pasad y sentaos.
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