Y es que en las experiencias profundas que tocan el corazón nos sale espontáneo agradecer, bendecir o alabar de la mejor forma que sabe cada uno.
Amaia este mes nos preparó una oración de alabanza para expresar que siente hoy su fe en Jesús como un camino de alegría que le lleva a dar gracias desde que el día comienza hasta que acaba.
Yo pienso que, siendo objetivos, no siempre es fácil. Cuando las cosas nos van más o menos bien, la fe es más fácil y la alabanza es más sencilla y frecuente. Pero también me acuerdo de las vidas menos afortunadas: vidas con dolor o enfermedades crónicas que van minando la alegría y la esperanza poco a poco; padres sumidos en la angustia de cómo pagar el alquiler antes de ser desahuciados definitivamente; madres que lloran cada noche en silencio para no ser escuchadas por unos hijos a los que apenas puede dar de comer o vestir; vidas en soledad que no reciben palabras ni abrazos; familias que lo han perdido todo en terremotos, inundaciones.....Y tantas otras situaciones que todos conocemos en las que hasta creer se hace difícil. Lo he visto y compartido en personas a las que hemos acogido en Cáritas, personas que preguntan desesperadas dónde está ahora Dios en sus vidas.
Pero aunque es espontáneo el alabar y lo hacemos en nuestras oraciones, lo mismo que pedir o agradecer, creo que nuestro Dios no necesita nuestras alabanzas, es más, creo que le dan igual. La única alabanza que Dios quiere de nosotros es que seamos portadores de su amor dando vida a todo aquél que necesite esperanza para poder seguir caminando. Nuestra simple escucha, nuestro abrazo, nuestra palabra de ánimo, nuestro dinero, nuestro tiempo....para que aquellos a los que la vida les ha escondido el rostro del Padre puedan volver a creer.
1 comentario:
Interesante reflexión. _()_
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