Tuve dos sentimientos. Uno acompañó mi oración y lo expresé en el momento de oración compartida: Dios siempre está siempre. No importa que tú lo sientas o no. El está.
Ayer le cantabamos: Adoramus te Domine al darle gracias, se lo cantábamos al reconocer que nos alejamos de él, se lo cantabamos cuando le pedíamos lo que necesitábamos. Le podemos adorar en todos los momentos de nuestra vida...porque nuestro Dios nos tiene grabados en la palma de su mano.
El estaba con nosotros. Eso es lo que ocurría en ese precioso momento que compartimos todos en la segunda mitad de la oración.
Me sigue encantando la frescura, la espontaneidad, la riqueza del compartir de la tertulia, en la que todos aportan algo sincero, nuevo, a pesar de que los veteranos teman repetirse. Me parece fascinante conocer cada viernes gente nueva que llega a este encuentro y que nos cuenta cómo nos ha conocido y de dónde viene. Me encantan los testimonios cortos, sencillos, con palabras llenas de sentido que esconden mil caminos y batallas, de gente que no necesita hablar mucho ni ser protagonista ni demostrar nada, porque Jesús ya ha puesto todo en su sitio.
Este viernes me acordaba de Taize porque tuvimos otras lenguas, otras razas. Y pensaba que nuestro Dios es políglota, entiende todas nuestras palabras sin importar la lengua en que se expresen. Nuestro Padre es también Madre, mujer, anciano, niño, negro, asiático o árabe. Cristiano, musulmán o budista.
Creemos en el Dios de Jesús que estaba con el publicano, con el joven rico, con el leproso, con la prostituta, con el fariseo, con el samaritano...que está contigo y conmigo, no importa a quien de ellos nos parezcamos.
Y por eso seguimos alabando su nombre cantando...
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