SOMOS



Cristianos.
Sólo eso.
Llamados por el Maestro a seguirle.
Desde distintas comunidades cristianas.
Son Iglesias hermanas.
Separadas por lo accesorio.
Y unidas en el centro, como radios de rueda confluyentes.
Unidas en Jesús, el Cristo.
Con la voluntad y la necesidad de encontrarnos en El.
Porque creemos que la gloria del Padre es que sus hijos estén unidos.
Sabemos que sólo El tiene el poder de juntarnos olvidando lo que nos separa.
En Taizé ha sido posible. Aquí, ¿por qué no?

Quienes se apunten a este camino,
quienes queráis regar esta semilla
...pasad y sentaos.




lunes, 2 de marzo de 2015

Necesitados de buenas noticias

No es difícil adivinar que la razón del auge de los nuevos partidos en las encuestas viene dado por la necesidad de cambio.
La gente está harta de que muchos (no todos) políticos, banqueros, sindicalistas y otros sinvergüenzas se lleven nuestro dinero y la mayoría no lo devuelva, ni dimita, ni vaya a la cárcel. La gente está indignada de ver cómo mientras los que nos gobiernan se llenan los bolsillos, cada día aumenta el número de los que no subsisten a fin de mes. Y siguen los desahucios, y las colas de gente en el Banco de Alimentos, y la gente que no puede encender la calefacción en invierno, y el número de jóvenes sin presente ni futuro, y los empleos de unos pocos días, y las lista infinita de parados...
Cómo no esperar entonces el cambio, cómo no ilusionarse con aquellos que prometen  una realidad distinta, más justa y solidaria.

Y pensaba que algo parecido, salvando las distancias, nos pasa con Jesús. Me explico.
Este viernes último de febrero en la oración de Taizé hemos leído el evangelio del milagro de la mujer encorvada. Dolores Aleixandre nos lo cuenta así:
"Al salir de la sinagoga busqué a la mujer encorvada. Me acerqué a ella por detrás y puse mis manos sobre su espalda con infinito respeto, con infinita ternura. Ella se dio la vuelta con un movimiento torpe e intento levantar la cabeza para ver quién era el que la tocaba. Y cuando yo me incliné para que pudiera mirarme, vi sus ojos habitados por un inmenso asombro. Le pregunté su nombre y, mientras lo susurraba, se fue poniendo derecha, y por primera vez nos miramos frente a frente, ella aún incapaz de creer lo que estaba sucediendo. Hasta que, de pronto, levantó sus brazos hacia el cielo como si fuera a tu encuentro, y se puso a bendecirte a gritos. (...) Proclamaba tu gloria porque te había experimentado como un Dios de vida."

Imaginaos ser mujer en aquél tiempo, ninguneada y despreciada por todos. En los márgenes del camino, sentada, encorvada por el peso de una vida injusta y sin esperanza. Cómo no glorificar a Dios y botar de alegría si después de dieciocho años de vivir encorvado, de vivir angustiado, o desesperanzado, o marginado, o asustado...nos llega alguien que pronuncia nuestro nombre, nos mira a los ojos, nos escucha y nos habla al corazón para ilusionarnos con otra vida posible.

Necesitamos buenas noticias entre tanta desesperanza. Es tan fácil caminar encorvado. También entre los cristianos.
Muchos han perdido ya la fe, pero me preocupan especialmente los que todavía siguen en el camino pero andan encorvados; quieren levantarse pero les cuesta llegar hasta Jesús; necesitarían que alguien les escuchase y les ayudase a ponerse de nuevo en pie, necesitarían que alguien refrescase en ellos la voz del Maestro.
Que el camino es muy largo, a menudo se hace la noche en la fe y hacen falta testigos que nos devuelvan a Jesús cuando le perdemos.

Se nos han vaciado las iglesias y alguna responsabilidad tienen nuestros pastores en esto, porque muchos no han bajado de sus púlpitos y salido de sus despachos para acompañar, escuchar y animar a cada uno de los fieles. Pero es también tarea de los cristianos de a pie ser las manos, los oídos y las palabras de Jesús con tantos "encorvados" a nuestro lado. Muchas veces sólo hemos criticado su estado en vez de intentar ayudarles, pensando que les gusta estar así. Pero es que no es fácil el camino de la fe.

Hay muchos hermanos que todavía siguen las huellas del Maestro, tristes y con paso cansado; otros han perdido ya el camino. ¿Quién les ayudará a recuperar el calor de Jesús?

Pues un viernes de cada mes. al aire de Taizé, intentamos que sople en nosotros el aire fresco de Aquél que puede hace milagros en nuestro corazón. ¿Te apuntas?



2 comentarios:

Elena dijo...

Me encuentro, literalmente, medio encorvada, como la mujer de la historia, a causa de una lumbalgia. El calor es terapéutico...
El soplo de aire cálido de Jesús de Nazaret nos levanta, pero necesitamos también el calor humano, el de nuestros hermanos y hermanas, que nos ayude a seguir caminando.
Gracias por tu dosis de calor terapéutico.

Rubén dijo...

Gracias a ti.
Y que el Padre nos dé hermanos, no de los que hablan demasiado sino de los que saben escuchar.