Es probable que con los años sientas progresivamente la vulnerabilidad en tu vida.....sobre todo si acumulas años. Puede que sea en tu salud porque se va deteriorando y no sabes cómo amanecerá mañana. Quizá en tu trabajo, que antes era fijo y ahora no sabes cuánto durará. O puede que simplemente te sientas vulnerable cuando te agobian los telediarios con el cambio climático y las borrascas destructivas y las olas de calor; o la crisis económica y la amenaza de recesión....porque no sabes si todo eso te podría afectar.
Desde hace unas semanas vivimos en el miedo del contagio de un virus que podría ser muy agresivo. Estamos confinados en nuestras casas confiando en detener su propagación. Nos prohibimos dar la mano, besarnos o abrazar. No podemos pasear, salir a hacer ejercicio, ir al cine, ir de compras, viajar,...Y ahora echamos de menos todo eso que antes ni siquiera apreciábamos.
El coronavirus nos ha mostrado la fragilidad de nuestra salud y con ella la vulnerabilidad de nuestras vidas.
Y ante nuestra debilidad miramos a Jesús de Nazaret, cuya vida acaba asesinada como consecuencia de su vida, y cuyos últimos momentos en el huerto son de miedo y fragilidad. Sin embargo, al final, acaba gritando: "En tus manos encomiendo mi espíritu".
Nosotros también hoy queremos poner nuestras vidas en sus manos. Nos creíamos invencibles, autosuficientes, sanos, estables...Pero hoy vemos que somos vulnerables y que sólo podemos abandonarnos en quien es más grande que nosotros. En ese amor infinito que está detras de cada vida y en el que hoy queremos descansar.
P.D.: Si hay dudas lease Romanos 8, 35-39.