SOMOS



Cristianos.
Sólo eso.
Llamados por el Maestro a seguirle.
Desde distintas comunidades cristianas.
Son Iglesias hermanas.
Separadas por lo accesorio.
Y unidas en el centro, como radios de rueda confluyentes.
Unidas en Jesús, el Cristo.
Con la voluntad y la necesidad de encontrarnos en El.
Porque creemos que la gloria del Padre es que sus hijos estén unidos.
Sabemos que sólo El tiene el poder de juntarnos olvidando lo que nos separa.
En Taizé ha sido posible. Aquí, ¿por qué no?

Quienes se apunten a este camino,
quienes queráis regar esta semilla
...pasad y sentaos.




domingo, 2 de junio de 2013

Escuchando

Este mes hemos cambiado de sitio porque esperábamos mayor afluencia de gente. Lo hemos hecho en Arrupe Etxea gracias a Xabier Zabalo y a su comunidad que nos han acogido esta vez allí y gracias a María que preparó el encuentro.
Participamos un grupo numeroso, parte del cual lo formaban jóvenes de Bizkaia que este verano se animan a ir a Taizé.
Como el mes pasado, tuvimos "música de fondo" porque coincidimos con una fiesta africana en el salón de Arrupe y se oía algo la música. Hay algunos que tienen problemas con el excesivo silencio en las oraciones. Y otros tenemos problemas con los ruidos externos que desconcentran y dificultan la meditación.
Como ya he propuesto más veces, creo que sería bueno poner música lenta, suave, no conocida, para ciertos momentos (el silencio central tras el evangelio, la oración compartida), porque los mejoran.
Y es que no es fácil hacer escucha cuando venimos del ruido de la vida, no es fácil parar el motor interno que sigue girando por inercia para quedarnos en silencio escuchando palabras que nos acercan a la luz o Buenas Noticias de Jesús. Y conseguirlo en 10-15 minutos es a veces complicado.
Naturalmente no hablo de una oración llena de nuestras palabras porque eso es bastante sencillo. Hablo de escuchar, sí, eso que se nos da tan mal. No sólo en nuestra oración sino en nuestras relaciones personales.

Cada día percibo más que a la mayoría de la gente no le gusta escuchar, se cansa enseguida de oír a su interlocutor, le interrumpe para meter baza y habla y habla de sí mismo sin parar. “Pues yo, ...Pues yo...Pues a mí....”  Por educación, aguantas como un campeón toda la retahíla de palabras hasta que parece terminar, pero he de confesar que me cuesta la relación con este tipo de personas.

Me gusta escuchar distintos puntos de vista, me gusta saber lo que hay en el corazón de la otra persona para entender sus actitudes, me siento honrado cuando alguien confía en mí y me expresa lo que siente. Pero no hablamos ahora de quien necesita hablar de su dolor o su felicidad y un día obviamente se desahoga largamente, sino de aquél que le gusta autoescucharse o de aquél que le gusta ser el centro de atención de cada tertulia, quizá porque en su vida no se sintió escuchado.

Pues es así también en la oración. Dime como te relacionas con los otros y te diré cómo lo haces con tu Dios.
En general nos cuesta mucho la escucha en la oración. Hablamos y hablamos nosotros. Pedimos, damos gracias...Llenamos los silencios con nuestras palabras, porque nos cuesta tanto escuchar...!
Muchas veces en nuestras celebraciones la Palabra apenas tiene un rato después para hacer escucha, para dejarnos susurrar por nuestro Padre al corazón. Porque esto requiere tiempo, requiere rumiar la Palabra, detenerse en la frase de la lectura que me ha tocado o en el gesto que he encontrado en la vida, para dejar que mi Dios me hable por medio de ellos.

Y sin silencio, y sin escucha, la oración estará cargada de palabras, palabras que ya conoce el Padre porque conoce nuestro corazón, y que, aunque es bueno expresar alguna, sustituyen muchas veces a la escucha.

Este viernes hemos leído la historia de Zaqueo que no podía ver a Jesús a causa de la multitud, porque era pequeño de estatura. Zaqueo quería escuchar a Jesús pero su historia le había hecho pequeño. Nuestra historia, nuestras relaciones, nuestro ocio, lo que leemos, la cadena de TV que vemos, nuestro dinero, nuestro consumo,...nos van empequeñeciendo poco a poco, hasta que ya sólo nuestra estatura nos impide ver los ojos del Señor y los signos del Reino.

Otras veces es la multitud la que no nos deja ver, son los otros los que nos alejan del camino.  En una sociedad cada vez más secularizada, en la que a nivel laboral está mal visto ser cristiano, en la que nuestros hijos apenas pueden luchar para conservar sus valores en medio de sus amigos, en la que los testimonios de los jerarcas de la Iglesia católica piramidal son demasiado a menudo antitestimonios...en esta sociedad en la que vamos contracorriente, no es fácil seguir a Jesús.

Somos Zaqueos en busca de unos ojos en los que asomarnos y que nos comprendan sin juzgarnos, buscando una palabra nueva que nos restaure y nos anime a empezar de nuevo.
Por eso te cantamos....

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