SOMOS



Cristianos.
Sólo eso.
Llamados por el Maestro a seguirle.
Desde distintas comunidades cristianas.
Son Iglesias hermanas.
Separadas por lo accesorio.
Y unidas en el centro, como radios de rueda confluyentes.
Unidas en Jesús, el Cristo.
Con la voluntad y la necesidad de encontrarnos en El.
Porque creemos que la gloria del Padre es que sus hijos estén unidos.
Sabemos que sólo El tiene el poder de juntarnos olvidando lo que nos separa.
En Taizé ha sido posible. Aquí, ¿por qué no?

Quienes se apunten a este camino,
quienes queráis regar esta semilla
...pasad y sentaos.




sábado, 26 de noviembre de 2011

¿Nada me falta?

"El Señor es mi pastor, nada me falta.
El me hace descansar en verdes pastos,
me guía a arroyos de aguas tranquilas,
me da nuevas fuerzas...
Aunque pase por el más oscuro de los valles,

no temeré peligro alguno,
porque tú Señor estás conmigo,
tu vara y tu bastón me inspiran confianza..."


Eso es lo que rezábamos ayer un nutrido grupo de personas que nos juntábamos en torno a Jesús. Nos visitó un grupo de la comunidad Adsis, un grupo de confirmación con su animador y alguna otra persona que había oído de estos encuentros.  Por encima de diferencias de espiritualidad o de formas distintas de oración, El nos convocó esa noche al calor de su Palabra y de su Amor.
Algunos agradecieron el no cantar y escuchar los cantos de Taizé que nos transportaron a aquella colina francesa y nos ayudaron a meternos en el momento.

   Supongo que aquel que lea esto esperará en este punto que yo me sume a esa confianza que rezuma la lectura y que ayer muchos apoyaban con su oración. Pues, aunque suene extraño, a veces me es difícil. Y alguno se preguntará por el motivo, ya que fui precisamente yo el que preparó la oración y elegió las lecturas de ayer.   
A ver si puedo explicarme.
   Cuando miro a la cruz a veces sólo veo el silencio de Dios. Es verdad que luego Dios resucita a Jesús pero cuando sólo se vive la muerte y la resurrección no llega, es difícil la confianza. Lo es también en Getsemaní, cuando sólo hay noche y miedo.
Es difícil sentir que con el Señor nada me falta si casi siempre caminas por "el más oscuro de los valles".
   Tengo una amiga a la que se le murió su hijo pequeño y, después del tiempo, todavía no tiene fuerzas para seguir caminando. Y un día me decía que Dios le ha abandonado y que ya no quiere volver a hablar con él.
   Conozco a un amigo que tiene una artritis crónica, duerme mal por las noches porque le duele mucho la espalda, se levanta muy cansado por las mañanas y tiene que juntar fuerzas para poder ir a trabajar. Y en el trabajo y en casa lo pasa mal porque le duelen mucho las manos y no puede hacer cosas básicas a pesar de los antinflamatorios. Vivir con dolor todos los días es difícil para cualquiera, y así cuesta rezar lo de "El Señor es mi pastor, nada me falta".
   Me siento cada martes con gente que llega a Cáritas con lágrimas en los ojos porque no tiene trabajo desde que llegó a España, no puede pagar el alquiler y le han amenazado con echarle del piso, no tiene dinero ni para el autobús ni para dar de comer a sus hijos que viven con ella y a los que mira con angustia en sus ojos porque no sabe qué va a pasar. A ellos, hablarles de que con el Señor nada te falta, no les sirve si  tienen que dormir en la calle o pedir en las puertas de las iglesias.
   A lo que voy es a que, es fácil rezar cuando las cosas van bien o sólo mal a ratos, y supongo que también puede costar entender todas estas reflexiones. Pero es difícil confiar si nada cambia, si tu situación no te deja ser feliz, si no parece haber esperanza. ¿Cómo tener la mirada puesta sólo en Jesús cuando el agua está entrando en la barca y no paras de achicarla y tu barca parece que se hunde? (Mt 14, 22-36)
   Es en definitiva el problema de la confianza en el sufrimiento. Y sé que es una cuestión de fe y que sólo podemos decir como el padre del endemoniado: "Creo, pero ayuda mi poca fe" (Mc 9, 24).

   Aun así, sin embargo, seguimos buscando su palabra en la noche, el ruido de su cayado, para ver si nos tranquiliza, y para tratar de sentir un gran abrazo de Alguien que sabemos que nos quiere con locura pero que no nos puede ahorrar la cruz, como tampoco se la ahorró a su hijo Jesús. Y por eso seguimos dirigiéndonos al Padre para tratar de recobrar nuevas fuerzas al escuchar: "No tengáis miedo...Yo estaré con vosotros."

domingo, 13 de noviembre de 2011

La unidad que Jesús quería

La Comunidad evangélica de Santutxu y la parroquia católica de Covadonga organizaron ayer una interesante jornada ecuménica en la que invitaron a hablar a un ponente de lujo: Joxe Arregi. Quien más o quien menos ha oído hablar de él por la triste historia que ha sufrido en sus carnes con la jerarquía gipuzkoana, historia que se viene repitiendo desde hace años con la censura a teólogos por pensar de forma distinta. Recuerda a los métodos ejercidos en épocas pasadas que quisiéramos olvidar.
Joxe intentó responder a la pregunta: "¿qué tipo de unidad querría Jesús?". Nos daba tres primeras claves: una iglesia terapéutica, una iglesia en la que se practique la comensalía y una iglesia fraterna. Y nos decía que el modelo de ecumenismo no debe ser el de la unión de las iglesias cristianas (uniformismo), sino el modelo del reconocimiento mutuo, con la unidad en la diversidad.
Y pensaba yo que tras el reconocimiento en el corazón de las iglesias hermanas hay un paso más que añadiría a este camino: el de la celebración conjunta. Debemos sentarnos juntos en torno a Jesús para orar, para alabarle, para darle gracias. La cotidianeidad será la propia de cada iglesia pero esto no excluye el que existan encuentros periódicos que nos hermanen. No sólo reconocernos y respetarnos en la diferencia pero en la distancia, en el refugio de mi comunidad o mi parroquia; sino acercarnos al otro para compartir mi fe con la suya, porque ambos estamos unidos por la misma fe en Jesús nuestro Salvador. Variarán nuestros ritos o nuestras formas, pero ¿es esto un obstáculo para no encontrarnos, para no rezar juntos al mismo Padre? ¿creeis que a El le importa el cómo o que sin embargo sólo sentirá una enorme alegría por ver cómo unos hijos que estaban alejados entre sí vuelven a encontrarse mirando a Jesús?
Estas experiencias ya existen en el grupo de Taizé y se empiezan a consolidar en Santutxu entre las iglesias que ayer nos convocaron.
Ese es el camino que tenemos que recorrer si queremos que la unidad sea algo real. Os animo a todos los que todavía no habéis dado ese primer paso, a que participéis en estos encuentros cristianos. Nosotros os ofrecemos los encuentros ecuménicos de Taizé de los viernes de fin de mes, a las 8, en la capilla del último piso de la iglesia de S.Francisco Javier de la calle Juan de Ajuriaguerra.
Tienes las puertas abiertas ¡Anímate!