SOMOS



Cristianos.
Sólo eso.
Llamados por el Maestro a seguirle.
Desde distintas comunidades cristianas.
Son Iglesias hermanas.
Separadas por lo accesorio.
Y unidas en el centro, como radios de rueda confluyentes.
Unidas en Jesús, el Cristo.
Con la voluntad y la necesidad de encontrarnos en El.
Porque creemos que la gloria del Padre es que sus hijos estén unidos.
Sabemos que sólo El tiene el poder de juntarnos olvidando lo que nos separa.
En Taizé ha sido posible. Aquí, ¿por qué no?

Quienes se apunten a este camino,
quienes queráis regar esta semilla
...pasad y sentaos.




domingo, 29 de mayo de 2011

Encuentro con Jesús

Un viernes más, un pequeño grupo, fue llamado a encontrarse con Jesús. Como Zaqueo, y como María, personas del Evangelio que Elena nos recordó en la preciosa oración que preparó.

Y esa tarde, Jesús también pronunció cada uno de nuestros nombres. Esa tarde, a la luz de aquellas velas, El nos susurró: Tú nombre está escrito en la palma de mi mano. Tú eres precioso a mis ojos.


Necesitamos que El pronuncie nuestro nombre, necesitamos oirlo de sus labios porque sentimos que, cuando lo hace, nos arde el corazón. Y su amor nos recorre por dentro como un río de vida que nos restaura, nos saca de la noche y nos devuelve la fuerza que habíamos perdido.

Necesitamos que El entre en nuestras vidas, como en la de la samaritana, la de Bartimeo, la de Zaqueo, la de María Magdalena...y El nos dé esa Luz y esa Vida que nos faltaba.

Pienso en nuestras iglesias cristianas, llenas de liturgias y ritos vacíos que no consiguen que lleguemos al encuentro con Jesús. Necesitamos renovar nuestras celebraciones fosilizadas, encorsetadas, y hacerlas participativas, y conseguir que en ellas nos podamos encontrar cada uno con el resucitado. Tenemos que cambiar de una vez el lenguaje arcaico de nuestras liturgias y actualizarlo con el tiempo que vivimos, para que sea de verdad vehículo vivo de expresión de experiencias vitales. Y debemos olvidarnos de seguir tanta norma y canon que aprisiona el Espíritu, porque lo de verdad importante es sentirle dentro cada domingo y salir con otro brillo en la mirada y con aire fresco que nos ayude a vivir como El vivió.
Algunos están preocupados porque se vacían las iglesias, y que apenas atraen a jóvenes. Pero sé que las iglesias sólo recuperarán cristianos si son lugar de encuentro con Jesús, si saben ofrecer un tesoro y una perla escondida, si crean espacios y momentos donde hagan palpitar con fuerza nuestro corazón con el Espíritu de Jesús.

Eso queremos vivir cada viernes en este espacio de encuentro ecuménico, donde la espontaneidad, la frescura y la sencillez es la norma, y donde lo importante es sentarnos todos los hermanos cristianos en torno al Maestro, aquél que nos llamó un día por nuestro nombre y cambió para siempre nuestras vidas.

domingo, 1 de mayo de 2011

Fuente de Vida


Anteayer nos sentamos junto al pozo de Jacob. Era semana de Pascua y creíamos que estaríamos pocos pero no fue así. Jesús y Luz nos prepararon una cuidada oración.

Pues allí estuvimos un rato, en aquel pozo donde la samaritana se encontró a Jesús, y donde nosotros también queríamos verle, a ver qué nos decía. Primero presenciamos la escena y revivimos el diálogo de ambos y luego le pedimos juntos que nos diese de beber.

Pero démosle ahora la vuelta a nuestra oración habitual: dame de tu agua Jesús para que no tenga más sed. Y pensemos que Él nos pide antes de beber.
-Pero, ¿cómo nos va a pedir Él a nosotros agua?
Pues sí; sólo hace faltar recordar: “Tuve sed y me disteis de beber......¿Cuando lo hicimos contigo? Cuando lo hicisteis con alguno de estos, a mí me lo hicisteis” (Mt 25, 35-40).

Esta Pascua hemos estado en silencio ante la cruz, y en ella yo no podía dejar de ver a todos los crucificados de mi camino, a todos los que están clavados en esa cruz o ahogados por su peso. Hombres y mujeres sin nombre, sin presente ni futuro, sin esperanza. Gente excluida por la sociedad, apartada a los márgenes del camino. Gente que necesita saber que junto a su cruz hay Alguien.

Y ese Alguien tiene rostro de alguien (tú, yo...). Porque nosotros somos los brazos largos de Dios. Nosotros somos la escucha, la compañía, la caricia que el Padre quiere poner en sus hijos crucificados. Nosotros somos el agua que Jesús nos pide en los pozos de la historia, donde las samaritanas del mundo buscan Vida.



Jesús, hoy me había acercado al pozo para pedirte de tu agua, de la que necesito en mi desierto y en mis noches y, sin embargo, Tú eres quien me pides que te dé de beber. Quizá quieres decirnos que sólo podemos encontrar ese agua si antes repartimos la nuestra. Que sólo podemos encontrar la Vida que buscamos bajando de la cruz a los crucificados y haciéndonos presentes en los márgenes de los caminos porque ahí es seguro que te encontraremos.